lunes, 30 de enero de 2012

Guadalupe del Carmen – Ícono de la música ranchera nacional


Héctor Alarcón Carrasco

Cuando hoy en día estamos inundados de música ranchera impulsada por el llamado movimiento “charro”, que atraviesa todas las barreras culturales de nuestro país, es bueno recordar a una de nuestras primeras mujeres que se congració con el éxito cantando corridos y rancheras del país del norte.
Para saber el porqué este tipo de música logra imponerse con tanta pasión en el cancionero campesino chileno, debemos recordar que allá por 1938 comienzan a llegar películas mexicanas a nuestro país, donde el corrido, el jarabe tapatío y el huapango son interpretaciones fundamentales que se hicieron populares en Chile.
Si bien es cierto, las películas fueron fundamentales para traer a nuestra patria la música mexicana, no debe olvidarse que en febrero de 1940 llega a Chile la más grande embajada cultural del país azteca: 400 personas, a bordo del buque “Durango” de la Armada de México. Desde una soprano hasta boxeadores, policías, marinos, charros, cantantes, jinetes y bailarines, todos con una sola disposición: dar a conocer su arte a los chilenos. Los charros cantan en teatros, radio y los en todos los lugares donde hubo presentaciones como el Estadio Nacional, el estadio militar, la medialuna de la Quinta normal y otros lugares como la cárcel púbica de Santiago.
Sería interesante profundizar en ciertas claves sicológicas, temáticas y rítmicas comunes entre ese género de música popular en medio de la variedad de versiones que existen en toda nuestra América Latina. Esto tal vez explique la fácil permeabilidad y asimilación de ellas entre nuestros paises en circunstancias propicias. Pero ya seria un estudio que desborda los limites de este artículo.
En concreto, éste es históricamente el germen que comienza a incubar la asimilación de la musica ranchera en el ambiente nacional. Es allí, precisamente, donde aparece esta mujer especial que será conocida como “Guadalupe del Carmen”, la pionera que dará el toque nacional a la música de México en nuestro país.
Según el periodista y realizador audiovisual Fabián Llanca: “Guadalupe del Carmen es una de las figuras fundamentales de la música popular chilena de toda la historia, igualable a nombres como Ester Soré (n. 1915) en la interpretación de tonadas, a Margot Loyola (n. 1918) en su trabajo de proyección folclórica y a Violeta Parra (n. 1917) en la composición de música chilena de raíz.”
Esmeralda González Letelier, era el nombre de esta destacada cantante más conocida por su seudónimo artístico de “Guadalupe del Carmen”, quien habia nacido en las cercanías del pueblo de Chanco, en un lugar llamado Quilhuiné, el año 1931. Desde muy niña fue aficionada al canto y a tocar la guitarra, claro que en esos años de su niñez, su repertorio no pasaba más allá de alegres cuecas y tonadas campesinas, con las que alegraba las reuniones familiares y fiestas de su entorno.
Pero como en nuestra patria todo se “cocina” en Santiago, la que más tarde habría de ser la reina del cantar mejicano, emigra a la capital, donde consigue un puesto de vendedora en un céntrico local que quedaba a unos pasos de la legendaria Radio del Pacífico, donde Esmeralda logra destacar en el programa de aficionados que transmitía esa emisora.
Por esos mismos, años procedente de Argentina arriba a la estación Mapocho, el ídolo musical del momento, el mejicano Jorge Negrete, precedido por sus canciones y sus películas provocando un tumulto pocas veces visto por los capitalinos. Dicen que allí estaba también nuestra amiga, recibiendo a su ídolo, que por cierto nunca supo de su presencia en ese lugar.
Allí surge el deseo, la idea, la visión de cantar esa música que llegaba a lo más profundo del pueblo y que hablaba de tradiciones, deseos, amores trágicos, engaños y desengaños, todo ello vertido en ardorosas notas en el pentagrama musical.
Pero eso deberá esperar un tiempo, porque en una de sus actuaciones por la Vega Central, conoce al dúo de los Hermanos Campos, quienes la invitan a participar como la voz femenina del grupo. Así tonadas y cuecas siguen siendo el fuerte de su repertorio, pero pronto pasa a convertirse en “Sandra” la mexicanita y a falta de escenarios, recorre con los hermanos aquellos lugares donde el pueblo se expresaba con afecto, aplausos y donde los sombreros huasos de sus acompañantes recibían el caudal de pesos y chauchas ganados con esfuerzo y dignidad, pero que los rotos entregaban sin miramientos ante el caudal de voz de esta pequeñita que nacía a la vida artística y que se codeaba con ellos brindándoles la arrogancia de su voz en sus mejores canciones.
La vega, el mercado, las estaciones y los trenes de Valparaíso al sur la escucharon con admiración, pero también la escuchaban otros personajes y luego surge el consabido representante que la lleva a radios, boites y quintas de recreo de categoría, pero junto con ello se le busca un nuevo nombre; un nombre que siendo simple pueda unir en uno solo los de ambos países. Así surge “Guadalupe del Carmen”, el primero por la Patrona mexicana y el segundo por la Patrona de Chile. De paso se desliza por ahí en una entrevista –a manera de promoción-, que era nacida en Chihuahua, lo que termina por posesionarla como la nueva revelación del cantar popular chileno.
Sus discos se editaron por miles y tiene el privilegio de haber sido la primera en lograr un disco de oro por la venta de 175 mil copias de su disco “Ofrenda”. Eso, sin contar que en carriles paralelos brillaban Antonio Prieto, Ester Soré –La Negra Linda- y el mismísimo Lucho Gatica.
Sus giras por el interior del país eran todo un acontecimiento. Recuerdo haberla visto en los sesenta en el pequeño pueblo de Negrete, en un teatro muy estrecho, abarrotado de gente que quería conocerla. Allí ella deleitó al público presente con sus mejores canciones y como anécdota de esa actuación, ella, la reina del corrido y la ranchera, la que había conquistado los mejores galardones con sus canciones y se había presentado en los grandes escenarios de la capital y de las grandes ciudades, a falta de camarines, tuvo que hacer todo el trajín de cambiar su ropa de actuación, detrás de las modestas cortinas del escenario. Seguramente no era la primera vez que lo hacía, porque al igual que ella, muchos artistas de esos años, cada vez que salían en gira debían contentarse con lo que había y que en realidad en esos pueblos chicos, había muy poco.
Como en todo artista, viene un declinar en sus presentaciones; se ha casado con Marcial Campos, de cuyo matrimonio nacen tres hijos. Los años de gloria comienzan a quedar atrás, pero su mayor potencial no la abandona: su voz enérgica, cálida, estentórea, no ha perdido su brillo y señorío, por lo que es llamada a integrar el cartel de artistas del emblemático “Festival de la Una”, en Televisión Nacional, que dirigía el no menos conocido animador Enrique Maluenda –“platita poca, pero segura”, según él decía a los artistas-, programa que la revitaliza en el ambiente discográfico nacional.
Se le recuerda por haber hecho populares con su voz inconfundible las canciones: “Cartas Marcadas”, “Juan Charrasqueado” “El Hijo Desobediente”, “Ofrenda”, “Rosa Flor” “Amor de Todas” “Lupita la Pendenciera” y muchas otras canciones, tanto mexicanas, como de autores nacionales, cuyas grabaciones todavía son difundidas por los programas radiales de corte ranchero.
El 5 de junio de 1987, luego de haber actuado en el Circo Timoteo, con el que realizaba una gira, mientras se hallaba en la localidad de Peñablanca, dejó de existir esta gran artista, cuya voz hoy es recordada con veneración por los aficionados a este tipo de música.
Sus restos fueron llevados a la Catedral de Santiago, donde se le hizo una misa, siendo acompañada por mariachis y miles de personas, cuyo cortejo paralizó el tránsito capitalino en horas de la tarde, mientras se le trasladaba a su última morada en el Cementerio Metropolitano, donde miles de ramos de flores, dejados por las más humildes manos, inundaron su tumba.
Ese último homenaje, aunque tardío, dejó de manifiesto la admiración del gran pueblo por la más importante de las cantantes populares de la canción ranchera que haya pasado por nuestro país. Sus discos originales, simplemente no circulan, porque constituyen piezas de gran valor para los coleccionistas. Aún en CD es difícil encontrar su música. Internet ofrece una alternativa para quienes quieren disfrutar de ella, aunque la oferta es bastante limitada.
Para recordar su memoria, desde hace varios años, el pueblo de Chanco organiza un festival que lleva su nombre, donde se escucha su música y se mantiene vivo el recuerdo de su voz. Hasta allí concurren todos los representantes de este género musical a cantar nuevos y viejos temas del cancionero mexicano, como una ofrenda a la voz generosa de esta mujer, que de campesina, saltó a la fama por el imperio de su voz.

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