lunes, 19 de septiembre de 2011

TREN DE LA ARAUCANIA



Por: Héctor Alarcón Carrasco
                    
 Realizó un nuevo viaje el 11 de septiembre pasado.
Héctor Alarcón y Omar Acuña
con la bandera de la locomotora 820

Engalanada con globos, lista para
iniciar el viaje

Maquinista Sebastián Soto




Los trenes a vapor emprendieron su retirada a mediados de los años 80. Hoy a no es posible ver en  nuestro país el paso cadencioso de las locomotoras entrando a las estaciones, haciendo sonar su pito y el voltear de la campana,  que con su tañido hacía marcar su presencia en medio del humo y el vapor, que resoplaba con fuerza cuando el movimiento de émbolos cambiaba de velocidad.
Hoy en día, la mayor parte de este material que ha sido salvado de convertirse en chatarra, se encuentra en los museos ferroviarios, siendo muy pocas las locomotoras que se encuentran en condiciones de prestar servicios efectivos para la tracción de un tren.
Una de estas locomotoras pertenece al Museo Ferroviario “Pablo Neruda”, de Temuco y de tarde en tarde sale a bufar por los campos, produciendo una ola de nostalgia entre la población de ciudades y pueblos que va recorriendo a su paso.
Entrega del libro "Rieles Fronterizos"
al maquinista Sebastián Soto
 Hace sólo algunos días la vieja locomotora 820, al mando del maquinista Sebastián Soto, hizo un viaje Temuco Victoria y viceversa, llevando a unos trescientos pasajeros, que días antes de la salida habían agotado los pasajes.
El viaje se inició en el mismo Museo, con fotos de los pasajeros junto a la locomotora y cuya partida fue amenizada con unos zapateados pie de cueca, a los que se puso término con el pitazo de partida del tren que inició su salida con destino a la Estación Temuco en medio de la expectación de pasajeros y cientos de curiosos que veían salir una vez más la vieja locomotora desde la antigua Casa de Máquinas a cumplir un nuevo recorrido, esta vez con turistas de la zona, amantes de la actividad ferroviaria.
Lentamente el tren se puso en marcha, pasando sin detenerse por las estaciones de Cajón y Pillanlelbún. Luego de una breve detención en Lautaro el tren sigue su marcha. A poco andar el “conductor” se percata que hay dos pasajeros que han subido al tren sin pagar su pasaje y comienza una divertida persecución por los distintos coches que conforman el tren. Pero no hay tal conductor y tampoco viajeros sin pasaje, se trata de actores profesionales que divierten a los pasajeros con libreto preconcebido. También hay un grupo folclórico que interpreta alegres tonadas de nuestra tierra y que nos recuerda los viejos tiempos del tren de pasajeros.
Quillem, Perquenco, Púa son otras estaciones de la vía, por en las cuales el tren no se detiene y por las cuales pasa lentamente, como esperando una señal para detener su marcha.
Finalmente el tren arriba a Victoria, estación de destino, donde el Alcalde Hugo Monsalves, personalmente  recibe a los pasajeros junto a personajes en traje de época. A la entrada de la estación se efectúa una presentación de diversos grupos con los que la ciudad adhiere a este recorrido turístico del Tren de la Araucanía, auspiciado por el Museo Ferroviario.
Vista exterior del convoy en viaje
Durante el lapso que dura la estadía, los turistas tienen tiempo para recorrer el centro de la ciudad y a una hora convenida están todos en sus asientos para comenzar el regreso a la capital regional.
Casi a las cuatro de la tarde, a la usanza del viejo ramal Púa Lonquimay, el maquinista hace resonar el pito del tren  y lentamente el convoy inicia su movimiento  de retorno. En los coches, adultos y niños se asoman a las ventanas para despedirse de los victorienses que han acudido a despedir el tren. En unos minutos la estación se pierde de vista y los pasajeros se disponen a gozar del tiempo que resta de viaje.
Turista posando junto al logo
del Museo Ferroviario
Más tarde, en el mismo Museo el tren termina su recorrido, los cientos de pasajeros que gozaron de un entretenido día de viaje ferroviario abandonan los vagones y la 820 retorna a su lugar en la casa de máquinas, a la espera de un próximo viaje, del que se dice tendrá como destino el pueblo ferroviario de San Rosendo.